A lo largo de nuestra vida, el cuerpo humano experimenta una serie de cambios que, aunque sutiles, son significativos. Un viejo mito sostiene que, tras alcanzar la adolescencia, nuestro crecimiento se detiene y solo nos ensanchamos. Sin embargo, la ciencia ha desmentido esta creencia, demostrando que ciertas partes del cuerpo, como la nariz y las orejas, continúan desarrollándose lentamente durante toda la vida. De hecho, la nariz puede aumentar en longitud aproximadamente 0,1 centímetros por década, mientras que las orejas crecen a un ritmo aun más notable de 0,2 milímetros por año. Esto plantea una interesante reflexión sobre cómo se percibe la edad y el envejecimiento en nuestras vidas, destacando que no todo se limita a un simple ensanchamiento.
Las orejas, en particular, están compuestas principalmente por cartílago elástico que no se convierte en hueso, lo que permite que sigan creciendo de manera continua. A medida que envejecemos, la pérdida de colágeno y la gravedad también contribuyen a que estas estructuras parezcan más grandes. Curiosamente, el crecimiento de las orejas es tan constante que puede ser utilizado por la ciencia forense para estimar la edad de un individuo fallecido. Esta propiedad ha llevado a que algunos mitos populares, como el hecho de que las orejas crecen por el uso de aretes, sean considerados más como especulaciones que como hechos comprobables.
La nariz, por su parte, también presenta un crecimiento gradual, pero menos pronunciado que el de las orejas. A medida que los tejidos cartilaginosos pierden elasticidad con el paso del tiempo, la forma de la nariz comienza a cambiar, a menudo resultando en una apariencia más caída o ancha. Este proceso es el resultado de una combinación de factores, desde la disminución del colágeno hasta el impacto de la gravedad. Además, lo que muchos no saben es que una nariz más larga puede ser vista como un indicador de madurez, lo que podría influir en la percepción social de las personas a medida que envejecen.
Aunque existen partes del cuerpo que continúan creciendo, hay otras que, aparentemente, parecen hacerlo sin que realmente haya un aumento en tamaño. Por ejemplo, la mandíbula inferior y los pies pueden dar la impresión de estar creciendo. Esto se debe, en gran medida, a la pérdida de elasticidad en los tejidos y a los efectos del envejecimiento, como el desgaste dental o cambios en la composición corporal. Este fenómeno se acentúa en personas con sobrepeso o aquellos que han perdido un diente, ya que los cambios en la estructura facial y la presión que experimentan los pies pueden llevar a que se vean más grandes o anchos.
Por último, es importante desmentir algunos mitos populares que rodean el crecimiento del cuerpo humano, especialmente los relacionados con el cabello y las uñas. Aunque estos continúan creciendo a lo largo de la vida, lo hacen a un ritmo más lento y pueden presentar cambios en su calidad, tales como mayor fragilidad y un crecimiento más fino. Contrario a lo que muchos creen, el cabello y las uñas no siguen creciendo después de la muerte; lo que realmente ocurre es una contracción de los tejidos. Reconocer estos cambios y comprender el proceso de envejecimiento nos permite aceptar mejor las transformaciones que ocurren en nuestro cuerpo de manera natural.
