El reciente uso del cáliz fabricado en Madrid hace casi un siglo por el nuevo Papa, León XIV, ha causado revuelo en el ámbito del arte religioso. Esta copa, con una rica historia detrás, fue utilizada en su primera misa oficial en la Capilla Sixtina, un evento que marcó el inicio de su papado. Aunque muchos no se dieron cuenta de este detalle, la historiadora del arte Emilia González Martín del Río identificó de inmediato el cáliz como un diseño original de Talleres de Arte Granda, una firma conocida por su impecable calidad artesanal. Este hallazgo no solo confirma el legado del taller, sino que también resalta la riqueza cultural de las obras litúrgicas que se han creado en España.
González, quien ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de los trabajos de Talleres de Arte Granda, destaca que el cáliz podría haber sido elaborado entre 1926 y 1936, basándose en un boceto del fundador de la firma, Félix Granda y Buylla. Este punto es crucial, ya que establece un vínculo directo entre la actual figura papal y la tradición artesanal que ha existido en España durante décadas. La copa es un testimonio de la maestría de los artesanos de la época, que incluyó aspectos delicados como delfines de marfil y esmaltes diseñados por Germán Gil Losilla. Esto pone de relieve no solo el valor material del cáliz, sino su valor como patrimonio artístico.
La sorpresa entre los empleados de Talleres de Arte Granda fue palpable al ver un objeto de su trabajo reconocido en un evento tan significativo. Su emoción está justificada, dado que el cáliz tiene una rica historia, ya que la última vez que se observó en uso fue en 1964, durante la Misa de Navidad oficiada por el Papa Pablo VI. Este tipo de piezas, que fueron creadas en un entorno completamente distinto al actual, son un recordatorio de la evolución del arte religioso en España y de cómo las tradiciones siguen vivas a través de generaciones. La historia del cáliz resuena no solo en el contexto de la Iglesia, sino también en el ámbito cultural nacional.
El valor del cáliz es descrito como «incalculable» por la historiadora, teniendo en cuenta tanto su fabricación como su valor simbólico. La pieza, elaborada en plata dorada y decorada con piedras preciosas y marfiles, podría alcanzar cifras en el mercado de subastas que van desde decenas de miles de euros hacia arriba. Sin embargo, lo que realmente lo convierte en un objeto único es la historia que representa y su singularidad en el contexto de la producción artesanal en España antes de los años 50. En un tiempo donde los diseños eran cuidadosamente pensados y no se repetían, este cáliz resalta por su originalidad y relevancia.
A pesar de su valor significativo, el destino final del cáliz y cómo llegó al Vaticano sigue siendo un misterio, exacerbado por la falta de documentación característica de la producción del Taller Granda, que sumó más de 100.000 obras a lo largo de los años. Sin embargo, la historia continúa, ya que el Papa Francisco también ha utilizado otros cálices del catálogo de la firma, demostrando que el legado de Talleres de Arte Granda sigue vigente en la actualidad. Así, el cáliz utilizado por León XIV no es solo un objeto litúrgico, sino un vínculo entre el pasado y el presente, una obra que representa la fusión de la fe, la historia y el arte.






