La política fiscal de Estados Unidos se enfrenta a un horizonte incierto que podría acentuar las tensiones económicas en los próximos meses. Los cambios propuestos en el sistema fiscal, que giran en torno a la posibilidad de un incremento significativo del techo de deuda, están generando preocupación entre los inversores. A medida que el Partido Republicano avanza en la creación de una reforma fiscal, la amenaza de un impago inminente acecha, especialmente si no se aprueba antes de que finalice el tercer trimestre de 2025. La incertidumbre alimentada por la capacidad del gobierno para manejar sus obligaciones financieras ha llevado a los mercados a una inquietante reflexión sobre la sostenibilidad de la economía estadounidense.
A la luz de la probable ampliación del techo de deuda en hasta 5 billones de dólares, la confrontación entre la Casa Blanca y el Congreso está en su punto máximo. El presidente Trump, quien se ha comprometido a cumplir con las promesas fiscales realizadas durante su campaña, está presionando para implementar una serie de recortes fiscales que podrían afectar a segmentos importantes de la población, como las horas extras, las propinas y las contribuciones a la seguridad social. Esta reforma, diseñada para generar un alivio inmediato en la presión fiscal, plantea serias dudas sobre su viabilidad, dado que podría acentuar el endeudamiento del país, complicando aún más la situación económica.
Internamente, los debates sobre la estructura de la reforma fiscal son intensos. Mientras algunos miembros del Senado abogan por un enfoque audaz utilizando el «current policy baselining» para minimizar el coste de prorrogar los recortes fiscales anteriores, existen temores de que este método sea simplemente un intento de manipulación fiscal. La idea de tratar los recortes de 2017 como permanentes mientras se consideran otros recortes como temporales es vista como una inconsistencia que podría enviar una señal de que la disciplina fiscal en Estados Unidos se está erosionando. Tal percepción podría resultar desastrosa para la credibilidad del país en los mercados internacionales.
Las reacciones de los mercados financieros son sin duda una de las respuestas más esperadas ante esta situación política. En las últimas semanas, la caída de la renta variable estadounidense ha suscitado un interés relativamente bajo en los activos refugio como los bonos del Tesoro y el dólar. Este comportamiento es sorprendente, ya que en otras ocasiones de crisis fiscal, como la rebaja de la calificación crediticia de 2011, el Tesoro era visto como un refugio seguro. La falta de confianza en la capacidad del gobierno para gestionar la política fiscal ha llevado a una reevaluación de lo que tradicionalmente se consideraba seguro. Esa tendencia podría proporcionar pistas sobre la dirección futura de los mercados y la economía.
A medida que se descifran los detalles de la próxima semana, la atención se centrará en indicadores económicos clave, tanto a nivel nacional como internacional. En EE. UU., los datos sobre el presupuesto público y la confianza empresarial serán fundamentales para evaluar el estado de la economía en un contexto de creciente deuda. Mientras tanto, los inversores de la eurozona esperan ansiosamente las cifras de inflación y PIB que podrían tener consecuencias relevantes para el futuro económico de la región. A nivel global, el panorama se complica aún más con la supervisión de las economías de Japón y Corea del Sur, que podrían reflejar cómo las políticas estadounidenses impactan en el comercio internacional, especialmente bajo la presión de los aranceles.
